“Héroes del Silencio” fue una de las mejores bandas de la historia del rock latino. Radicada en Zaragoza se separó en 1996 tras doce años de actividad y más de seis millones de discos vendidos, gestionando el éxito de manera muy distinta a otras bandas como por ejemplo los “Rolling Stones” que han cumplido ya 50 años sobre los escenarios.
Siempre es difícil liquidar una empresa exitosa y más cuando ésta es colectiva. Hay entonces dos opciones. La primera es poner punto y final un día cualquiera sin la certeza de que sea el momento justo y la otra es morir con las botas puestas de modo que sea el propio devenir el encargado de la organización del acto de clausura. Los “Héroes del Silencio” eligieron la primero opción. Los Rollings parece que van por la segunda.
Pero no todo el mundo consigue llevar las botas tanto tiempo y tan bien como los Rollings. Me pregunto cuántas veces han vendido su alma al diablo para poder aún saltar enérgicos en sus actuaciones. Declararon su simpatía hacia él en la eterna canción “Sympathy for the devil” (Simpatía por el diablo) (1968), en la que Mick Jagger, su autor, interpretándola magistralmente en el rol de Lucifer, dice “…Estaba ahí cuando Jesucristo tuvo su momento de duda y dolor. Me aseguré que Pilatos se lavara las manos y sellara su destino…”
Este importante episodio de la tradición cristiana apunta al “principio de dualidad” en el que se sustenta el universo y nuestra sociedad. ¿Por qué junto al héroe siempre aparece el villano? Tal vez, como con el sol y la sombra, carezcan de sentido por separado. ¿Ocurre involuntariamente? ¿Es el villano el que se pega al héroe? ¿O tal vez el héroe necesite al villano para brillar más aún?
Sol y sombra, héroes y villanos, son dos ejemplos de ese principio de dualidad que cimienta nuestro mundo, que resulta ser más una colección de pares, de parejas, que de individuos. Esto, que no es evidente cuando somos niños, pues aprendemos lo que son las cosas de una en una, lo vamos entendiendo a medida que pasa el tiempo, con la experiencia vital. Para ello basta con observar como transcurren nuestras propias vidas. Los humanos nacemos y morimos solos, por mucho que haya otros testigos y protagonistas secundarios de esos importantes momentos, pero pasamos la mayor parte de nuestra vida en pareja en la mayoría de los casos.
Este principio de dualidad es ubicuo también en diversos ámbitos de la Ciencia. Así, fue la Mecánica Cuántica la que aunó la interpretación de la luz como onda y corpúsculo que en su día enfrentó a Huygens [Christian Huygens (La Haya, 1629 –1695)] y Newton [Isaac Newton (Reino Unido, 1642-1727)]. También en Matemáticas hoy sabemos que los objetos, con independencia de su naturaleza, han de analizarse desde dos puntos de vista duales: como elementos pasivos en primer lugar y, en segundo, a través de la acción que ejercen sobre terceros. Filosofía y Religión tampoco son ajenas a dicho principio. Así el dualismo filosófico se basa en el binomio “Dios-mundo” y la dualidad taoísta en el “yin-yang”, los principios complementarios de lo femenino y masculino.
Pero, más allá de estos contextos, más o menos transcendentales, el principio se aplica también de manera recurrente en nuestra vida cotidiana. Recuerdo por ejemplo el pequeño enigma que de niño se me planteó sobre el sol y la sombra. En la época frecuentábamos la plazoleta de entrada a la plaza de toros de Eibar, compartida con el cuartel de la Guardia Civil, pues servía también de patio para los recreos de la Ikastola donde estudiábamos. Por entonces la Ikastola ocupaba dos lonjas en los bajos de un edifico del barrio pero hace tiempo que se mudó a un edificio propio camino de Arrate. Pero la plaza de toros, un tanto marchita hoy, y el cuartel siguen allí. Resulta que en la plaza había dos ventanillas para la venta de entradas. “Sol” rezaba una, “Sombra” la otra y yo no entendía por qué tenía que haber dos y no una y aquellas denominaciones. En el cine había una sola ventanilla donde uno compraba la entrada y punto y lo sabía pues había comprado con mi ama entradas para la recién estrenada “Mary Poppins”. ¿Por qué entonces dos ventanillas en la plaza de toros? La cuestión era más enigmática si cabe en mi villa natal en la que los días de sol eran poco frecuentes. Más mayor, al ver que, a menudo, las corridas se celebraban en ciudades del sur y en verano entendí que, efectivamente, no debía ser lo mismo el precio de un billete al justiciero sol que a la fresca sombra.
Esa dualidad representada por el binomio “sol-sombra” es también una de las constantes del comportamiento humano a través del modelo “héroe-villano”. De esta pareja preferimos, claro, los valores que representa el primero, pero nos resulta imposible abrazarlos sin que se nos peguen también algunos de los que representa el segundo.
Hay héroes que todos conocemos que ocupan las páginas de historia de nuestros libros. Pero la sociedad actual no sería posible sin un sinfín de héroes silenciosos, que siempre han existido y existirán. En estos días la prensa se hacía eco de la muerte de uno de ellos, asesinado por un aún desconocido villano, en Brasil, cuando recogía muestras de agua de un río contaminado por actividades industriales ilícitas. Se trata del cántabro Gonzalo Alonso Hernández, biólogo y ecologista, que dio su vida por una causa justa, de manera anónima hasta que su noble labor y obra fue trágica e internacionalmente conocida con la noticia del crimen que acabó con su vida.
No es la primera vez que esto ocurre, que grandes empresas sin escrúpulos que utilizan de manera ilegal recursos naturales o ejercen su actividad al margen de las regulaciones legales sobre vertidos contaminantes, emplean todas sus armas para coaccionar y eliminar cualquier oposición y resistencia. También en estos días la prensa se hacía eco de nuevos proyectos que cuestionan el ecosistema de la Amazonía, o el hábitat de los gorilas en la República Democrática del Congo.
Tanto es así que este tipo de historias han sido llevadas con frecuencia al cine, como en el largometraje recientemente protagonizado por Matt Damon, “Tierra prometida” (2013), donde se narran las argucias (carentes de violencia en esta ocasión y que acaban no prosperando) de una multinacional de la energía para engañar a los habitantes de un poblado campesino, y comprarles a bajo costo la tierra que durante generaciones han habitado y trabajado, con el objeto de instalar una planta de extracción de gas mediante el procedimiento del “fracking”.
El avance tecnológico hace posible que, mediante esta técnica, el “fracking”, consistente en la inyección de agua a presión, se pueda extraer gas y petróleo de capas profundas del subsuelo. Y, como cada vez que se trata de la explotación de los recursos naturales, el asunto es controvertido. El “fracking” no está exento de riesgos como por ejemplo la posible contaminación de reservas naturales de agua subterránea. Es un tema del que se ha ocupado Hollywood pero que sin duda será también objeto de debate en la sociedad vasca.
Héroes silenciosos, como el tristemente desaparecido Gonzalo, han siempre merecido la atención y la admiración social, aunque normalmente tarde, a destiempo. Lo mismo ocurre con los periodistas que cubren noticias bélicas, que pasan de ser anónimos a héroes el día que son abatidos por una bala o un misil.
Entre las letras transcendentales de los temas de la banda de los “Héroes del Silencio” hay una que lleva por título “Ha muerto un héroe”, que parece escrita precisamente para esos héroes casi-anónimos que mueren por una causa justa: “…hoy ha muerto un héroe, sonriente, luchador y aunque la sangre surgiera de él, el enemigo se desangra…”
Sus innecesarias muertes nunca son en vano pues desangran al enemigo.