Enrique Zuazua | 02.09.2017. Conocí a Fred Vasconcellos y a su esposa Lucia hace más de treinta años en Paris, en el “Laboratoire d’Analyse Numérique” de la “Université Pierre et Marie Curie”, hoy denominado “Laboratoire Jacques Louis Lions”, en honor de su fundador.

Fue precisamente J. L. Lions quien nos puso en contacto. Ellos visitaron París durante un año sabático mientras yo concluía mi Tesis Doctoral en el “Labo”. Lions era ya para entonces un gran aliado de la Matemática Aplicada Brasileña y, siempre con visión, hizo que nos conociéramos para que pudiéramos colaborar, como así ha sido durante estas largas tres décadas.

Hasta hoy Fred y los suyos, no sólo para mí, sino para toda mi familia, han sido también nuestra familia.
Nunca agradeceré a Fred suficientemente las oportunidades que me ha dado, su colaboración y leal amistad. No puedo olvidar tampoco a la madre de Lucia, que siempre nos trató como si fuéramos hijos suyos, y que recientemente nos ha abandonado definitivamente.

La vida se resume en un puñado de recuerdos. Pero en el caso de Fred son tantos los pasajes gratos y fructuosos que hemos compartido que me es difícil elegir unos pocos para una alocución que necesariamente ha de ser breve.

Fue Fred quien me invitó a visitar por primera vez el Instituto de Matemática de la UFRJ en 1989, asegurando así un vínculo directo con la matemática brasileña que hasta hoy he mantenido y que ha dado lugar a una colaboración fructuosa de la que estoy profundamente agradecido y satisfecho.

San Pedro de Aldea, Julio-Agosto, 1989

Aquel primer viaje a Rio en 1989 fue también mi primer viaje a América Latina. Yo apenas tenía 27 años. Era una época en la que, aunque las distancias eran las mismas, parecían mucho más grandes. Tomar un avión hasta Brasil, un país del que tenía una idea remota, llena de exotismo, era para mí toda una aventura. Fred gestionó con cuidado todos los detalles asociados a mi visita: su financiación, mi alojamiento en Rio, el curso que debía de impartir en la UFRJ, las Notas o Lecture Notes que emanarían de las mismas, etc. El billete de avión era financiado por el CNPq que debía abonarlo directamente en Varig que, desde Brasil, había de enviar una orden interna de emisión a su sede en Madrid, para finalmente imprimir el billete a mi nombre. 

Pocos días antes del viaje aún no tenía noticias de Varig y me empecé a poner nervioso. Para mi un viaje de tal envergadura necesitaba una planificación temporal directamente proporcional y por entonces aún no conocía el “jeitinho” carioca, capaz de desenredar los nudos más complejos en un instante. Preocupado llamé a Fred por teléfono quien intensificó las gestiones. Después hablé con Varig-Madrid donde un amable operario me pidió mi nombre: “Zuazua” le dije, y, al no entenderlo, me pidió que lo deletreara. Reproduje pues mi nombre letra a letra, “Z-U-A-Z-U-A”, y fue entonces cuando el operario me indicó que “no era preciso repetir”. Tuve que explicar en un par de ocasiones que en realidad mi nombre consistía precisamente en la repetición de la sílaba “Zua”, dos veces, hasta que me hice entender.

Aquel viaje a Brasil fue una experiencia profesional y vital inolvidable y sirvió para establecer vínculos humanos y profesionales que hasta hoy perduran.

Pocos días antes de viajar tuve ocasión de hablar de mi viaje con Thierry Cazenave, gran matemático y amigo de Paris. “Voy a Brasil” le dije. “Yo también”, contestó él. “Yo voy a Rio” dije entonces y él respondió: “Yo también”. Fue entonces cuando precisé que mi visita era a la UFRJ. Y él me confirmó que también era esa su institución de destino. Le dije que a mi me invitaba Fred Vasconcellos. Thierry me dijo que él había sido invitado por Rolci Cipolatti. Quiso el azar que aquella fuera una ocasión también para compartir el viaje con Thierry. 

Lecture Notes de los cursos que impartimos Thierry Cazenave y yo en el verano de 1989 en la UFRJ

En ese viaje, además de disfrutar de mucho tiempo, paseos y reuniones de trabajo con Fred y los suyos, tuve ocasión de conocer al Rolci que Thierry había mencionado, pero también a otros muchos colegas y amigos como Luiz Adauto Medeiros, Gustavo Perla, Flavio Dickstein, Carlos Moura y un largo etcétera, con los que, con frecuencia, he tenido oportunidad de cooperar en escuelas y congresos, artículos, revistas científicas, en la formación de alumnos de doctorado y jóvenes postdoc, y numerosos proyectos académicos. 

Entre los alumnos brasileños que tuve el honor de contribuir a formar no puedo dejar de mencionar a Silvano Bezerra que falleció prematuramente.

I ENAMA, Niterio 2007: Haroldo Clark, Silvano Bezerra, Luiz Adauto Medeiros, Fred y yo

Fred vino a visitarnos a la Complutense en el verano europeo de 1992. Allí participó en el primer congreso que tuve la oportunidad de organizar en los Cursos de Verano de El Escorial y pude así devolverle, aunque muy parcialmente, la hospitalidad que él y los suyos siempre nos brindaron en Brasil. 

Puerto de Lekeitio, en la Costa Vasca

En ese viaje Fred llegó también a Lekeitio, en la costa vasca, nuestro refugio preferido, desde donde escribo estas líneas, 25 años después.

Cursos de Verano de la Universidad Complutense, San Lorenzo de El Escorial, Julio 1992

Fred posteriormente se jubiló de la UFRJ, en una variante brasileña de la jubilación que yo desconocía, para después seguir trabajando en la UERJ. Eso me dio la oportunidad también de colaborar con ésta, su nueva casa.

Hoy se celebra el 70 cumpleaños de Fred. El tiempo pasa rápido, muy rápido. No me atrevo a decir que sea demasiado rápido pues tengo la certeza de que la Naturaleza ha optimizado también la duración de nuestras vidas, y el ritmo del paso del tiempo, para empujarnos a saborear cada instante al máximo.

Y me resulta imposible resumir en unas pocas palabras tantos años de amistad y colaboración. Afecto, lealtad, comprensión, complicidad, incondicional,… son algunas de las palabras que vienen a mi mente y que creo que no necesitan de más prosa.

Con Fred escribí un solo artículo, en colaboración con Gustavo Perla. Es uno de mis preferidos. En él se aborda la estabilización de la ecuación de Korteweg de Vries y tuvo un fuerte impacto, habiendo inspirado numerosos otros trabajos de otros autores, entre los que cabe destacar la serie de artículos desarrollada por el propio Fred en colaboración con Patrícia Nunes de Silva para modelos dispersivos más generales.

Ese único artículo es un buen ejemplo de lo que siempre fue nuestra relación, tan auténtica y estrecha que nunca necesitó de grandes pruebas ni de justificaciones.

Artículo publicado en colaboración con Fred y Gustavo Perla en Quarterly of Applied Mathematics en 2002

Este 27 de Septiembre debería haber estado en Rio en el evento de homenaje a Fred, pero compromisos ya adquiridos en París me lo impiden. Casualmente un día más tarde, el 28, es mi propio cumpleaños, serán 56 en esta ocasión. 

Siempre nos separaron 14 años, siempre vivimos en continentes distintos, pero a pesar de ello Fred siempre fue mi hermano mayor.

Influenciado por Fred y su entorno hace mucho tiempo que pacté con el Diablo para, en la segunda vida, nacer en Rio, carioca, como él. Tal vez así consiga que cuando camine por la playa o el “calzadón” de Ipanema, los cariocas genuinos no vean en mi un extranjero, sino uno más de ellos, como siempre me he sentido.

En mis primeros viajes a Rio el libro “How to be a carioca” estaba de moda. 

Portada del libro “How to be a carioca”, Priscilla Ann Goslin, 1992

Allí se daban algunas pautas (“digas” en portugués) de comportamiento para un extranjero que quisiera integrarse en Rio. Es un libro divertido, que insiste en algunos tópicos extremadamente bien elegidos, que delatan rápidamente a cualquier europeo en Rio. En él se dan muchos consejos acertados. Uno de ellos es que el hombre, al salir del agua del mar, no ha de secarse con la toalla sino escurrirse, agitándose como una fiera. 

El libro contiene también un capítulo entero dedicado al “jeitinho”, concepto particularmente difícil para los que no tuvimos la fortuna de nacer y criarnos en Rio.

Hace unos años escribí sobre todo esto en mi columna mensual del diario vasco Deia en el artículo “Cómo ser carioca” (Deia, 23 de Junio de 2013).

Encabezamiento del artículo de Deia, 2013

Ninguna de las recomendaciones del famoso libro de Goslin fueron  suficientes y nunca pude camuflar mi condición de extranjero en Río. Los vendedores itinerantes de camarones, sombreros, pareos, crema solar y refrescos de Ipanema nunca tuvieron dificultad en identificarme como turista a más de cien metros, en medio del alboroto de Ipanema.

Pero eso nunca fue un problema pues tuve la fortuna de tener un hermano mayor carioca que siempre hizo que esa hermosa tierra, cultura, sus gentes y su música, fueran también las mías.

Lo dice Martinho da Vila, a quien tuve oportunidad de escuchar en directo con Fred y Lucia, en su famosa canción “Sonho de um Sonho”:

Eu sonhei que não sonhava. Mas sonhei.

El escritor vasco Bernardo Atxaga en su relato “La vida según Adán” lo dice de otra manera en una de las últimas conversaciones de Adán con Eva:

¿Sabes, Eva? La pérdida del paraíso no fue en realidad una desgracia. A pesar de los trabajos, a pesar de lo del pobre Abel y todos los demás conflictos, hemos conocido lo único que, noblemente hablando, puede llamarse vida.

Gracias de todo corazón, Fred, y felicidades.

¡Soñamos, vivimos y “curtimos”!

Enrique Zuazua, Lekeitio, 2 de Septiembre del 2017