En Occidente, la teoría de la música y de su armonía se ha basado de forma fundamental en el análisis de la vibración de las cuerdas.
Las diferentes fracciones en que pueden dividirse son la base de la escala temperada, compuesta de doce semitonos y que, en esencia, es un fenómeno abordado desde la perspectiva unidimensional. No así en China, donde los mismos doce semitonos fueron llevados a un espacio bidimensional en los carrillones con los que se interpretaba la más sagrada de las músicas, la que estaba vinculada a los emperadores. En ellos, la forma de las campanas de piedra era la responsable de producir uno u otro sonido. Cada dinastía tenía sus propios carrillones, su propia música. De este modo, con una base similar, distintas culturas han sido capaces de desarrollar escenarios y teorías diferentes de algo tan intrínsecamente humano como es la musicalidad.
Sobre ellos, y su esencia matemática, reflexionó en Bilbao el presidente del Consejo Europeo de Investigación, Jean Pierre Bourguignon (Lyon, 1947), quien ofreció en el Paraninfo de la UPV/EHU una conferencia sobre Sonido, forma y armonía, dentro de la iniciativa M4temozioa 2015 del Basque Center for Applied Mathematics (BCAM). Práctica musical y teoría matemática se combinaron en una charla en la que Bourguignon habló de la evolución de los instrumentos musicales. «Cuando tocas un instrumento de cuerda, sabes que el sonidofundamental está producido por la cuerda, pero también que el instrumento en sí marca la diferencia, que el modo en que vibra la cajaaporta elementos esenciales al sonido de base», dijo.
Explicó los principios del theremín, un instrumento inventado en Rusia en que el sonido se modula con la presencia humana y eleva la música a las tres dimensiones. Y habló de la posibilidad de llevarla a más dimensiones gracias a los ordenadores, aunque sin perder de perspectiva que, junto a los principios científicos y físicos de la música, el factor artístico es determinante.
Bourguignon reflexiona en Bilbao sobre la relación entre sonido, forma y armonía’El reto es que los investigadores que se han ido quieran y puedan volver’ ‘Los profesores deben enseñar a ser críticos; en ciencia, más que en nada’
El presidente del Consejo Europeo de Investigación, Jean Pierre Bourguignon, en un aula.
Grandes nombres de la ciencia, como Albert Eisntein, eran alentosos intérpretes musicales. Tanto que algunos «incluso tuvieron que elegir en algún momento de sus vidas entre ser músicos profesionales o matemáticos». Bourguignon destaca que, de hecho, componer y hacer investigación tienen más en común de lo que puede parecer a simple vista: ambos poseen un importante componente creativo.
La música es sonido y, como tal, la física y las matemáticas explican sus propiedades. Tanto que, recuerda Bourguignon, en la Antigua Grecia el gran Pitágoras contemplaba cuatro categorías matemáticas. Y entre ellas incluia la música. Pero más allá de la ciencia que la acompaña, dice Bourguignon, la música es ante todo un ejercicio de creatividad. Y en eso, subraya, «componer y hacer ciencia creativa, es decir, investigación, tienen mucho en común».
Defensor de las matemáticas, a las que ha dedicado toda su carrera, tanto en la docencia universitaria como al frente de instituciones como el Institut des hauts études scientifiques (IHES) en Francia, que dirigió durante 19 años, Bourguignon tiene claro que son peligrosas las afirmaciones del tipo de que todo en el mundo puede explicarse a través de las matemáticas, pero también que hay mucha gente que olvida que esta ciencia se esconde detrás de muchos aspectos de la vida cotidiana y que son por tanto una ayuda para «entender el día a día» y realidades complejas como la economía.
Por eso advierte de que es igualmente peligroso privar a los alumnos de Secundaria, y por tanto a la sociedad del futuro, del valor crítico que las matemáticas aportan para entender la realidad. «Es muy importante que los estudiantes reciban una educación crítica sobre las estadísticas, por ejemplo», destaca Bourguignon, preocupado por la tendencia occidental a reducir el peso de las matemáticas en los programas educativos, algo que no está ocurriendo en Asia. «Con los muchos avances tecnológicos que ha habido, los colegios de todo el mundo tienen el reto de adaptarse, pero sin alterar el equilibrio clásico entre materias, y sin dejar de enseñar cosas que son básicas», considera.
En un mundo en que Internet y los teléfonos inteligentes ponen el conocimiento a la distancia de un clic, Bourguignon ve claro que los programas educativos deberían apoyarse en estas herramientas. Pero sin perder de vista que el conocimiento debe «absorberse» y madurarse, que va mucho más allá de apretar un botón y que los profesores mantienen un papel «fundamental», el de enseñar a los alumnos a ser críticos, «sobre todo en el aprendizaje de las ciencias». «Es un reto para ellos, sin duda, porque el camino no está claro y requiere además una formación adecuada, pero el cambio es enorme y hay que afrontarlo», defiende.
Sin olvidar que Internet también puede llegar a ser una «fantástica herramienta de manipulación». Y un buen ejemplo son numerosas webs dedicadas a defender que no existe el cambio climático que, explica, bajo su apariencia de autores diferentes, remiten a una misma fuente si se someten a un cuidado análisis. Es por ello que las escuelas deben afrontar el reto de cómo aprovechar las nuevas tecnologías para mejorar la educación de los estudiantes.
La última etapa de esta formación pasa por quienes optan por la carrera científica e investigadora, un camino que la crisis ha vuelto complicado, reconoce, en muchos países de Europa, y que empuja a muchos jóvenes investigadores a emigrar. En algunos de estos países, apunta, aunque deja claro que no habla de España, los gobiernos no sólo han reducido drásticamente los fondos destinados a la investigación científica, sino que también los han vinculado a un control sobre los investigadores, que deben «hacer lo que el gobierno les dice que deben hacer».
Ante los muchos jóvenes que optan por salir fuera, sin embargo, Bourguignon prefiere hablar de «garantizar cerebros» antes que de «fuga de cerebros». «En la historia de la investigación siempre hay altibajos, y no se puede tener una visión cortoplacista; hay que mirar a largo plazo, y lo que hay que hacer es crear las condiciones para que estos jóvenes puedan regresar a sus países a aplicar lo que han aprendido», destacó.
En este sentido, recordó cómo, durante años, Rusia potenció un sistema educativo que alumbró grandes científicos, pero luego fue incapaz de retenerlos, lo que a la larga ha supuesto que «muy poca gente quiere ahora estudiar una carrera científica» en el país. La visión en estos años, por tanto, debe ser la opuesta. Y los países deben trabajar para seguir creando las condiciones apropiadas para la investigación que garanticen que los jóvenes quieran, y puedan, regresar.
Entrevista de Beatriz Rucabado a Jean Pierre Bourguignon, publicada en El Mundo el 2 de Marzo del 2015.