f_SilencioEl destino de la polilla es paradójico: morir por seguir su propio instinto que, genéticamente, por efecto de la fototaxia, le impulsa a volar hacia la luna de noche para evitar los numerosos peligros y obstáculos próximos al suelo, como los árboles o los reptiles. Su genética aún no ha reparado en que, con la llegada de la civilización humana y la invención de la luz artificial, hoy, cada noche, ese instinto hace que mueran achicharradas masivamente en el infierno de una infinidad de bombillas artificiales incandescentes.

También los humanos conocemos la experiencia sensorial de la luz; incluso los invidentes, que pueden percibir en sus párpados su cálida caricia. La luz es también para nosotros guía y destino final.

La luz, además de la fuente de energía que nos mantiene vivos, la entendemos también como conocimiento y sabiduría, como energía interna que irradiamos a nuestro entorno. Y nos enseñaron que para alcanzarla, en vida, había que seguir el camino recto, en un sentido moral, y nos dieron unas pautas generales, siempre difíciles de respetar, tanto por su nivel de exigencia y rigor, como por la escasez de pistas de las que venía acompañado tan ambicioso encargo. De haber sido fácil, de todos modos, nadie se habría preocupado en identificar, sistematizar, escribir y predicar las reglas.

Los diez mandamientos de las tablas de piedra de Moisés, fundamento de la ética judeocristiana, son un buen ejemplo, una síntesis de los principios básicos de la moral que, de un modo u otro, toda religión o código de comportamiento humano ha de contemplar.

Pero la luz no tiene el mismo color ni brillo para todos, aunque a cada uno ilumina su sendero.

f_10A la generación del “Baby Boom”, la más abundante en las últimas décadas, le ha tocado vivir una época de bonanza y expansión que tuvo reflejo en unas carreras profesionales exitosas, repletas de empleo, que les permitió ambicionar el éxito, y contribuir al progreso y a la democracia. La de los “millennials”, sin embargo, nació marcada por la crisis, el paro juvenil y la globalización, y su luz es con frecuencia la de la supervivencia y la de la denuncia de la descarada y obstinada corrupción de los mayores, que les resta oportunidades y recursos.

Nos hablaron de la importancia de la rectitud pero nadie nos dijo que su búsqueda fuera una quimera; no nos mencionaron las más que probables sinuosas curvas del camino, su pendiente, la enrevesada topografía, las inclemencias del tiempo, ni tantos otros peligros que acechan al viajero.

Ni siquiera se nos advirtió de que recorrer el camino no es una opción sino, de hecho, una obligación pues todo humano, por mucho que se empeñe en ser sedentario, está condenado, mientras vive, a ser un nómada de espíritu, un viajero confinado en un cuerpo que ni siquiera le pertenece, construido con materiales de este planeta, el único en que nuestra existencia es posible y que, por tanto, al final del viaje, le será arrebatado.

f_atardecer

Pero es así. El inexorable paso del tiempo hace que, incluso en los momentos de mayor estancamiento, avancemos, aunque solo sea al ver pasar perezosamente los días en el calendario, como el viajero que contempla el cambiante paisaje desde el tren en marcha, como el insomne que espera impaciente que el amanecer termine con una larga noche en vela.

Es difícil encarar el futuro con rectitud pero es irremediable hacerlo y buscamos, como los insectos en la noche, la luz, que para los humanos adquiere diferentes expresiones: salud, paz, carrera profesional, éxito, amor…

Lo intentamos hacer inútilmente en línea recta, el escurridizo camino más corto entre dos puntos en el espacio geométrico de Euclides, que es a la vez sencillez y complejidad.

Resulta paradójico que para el dibujante el trazo más simple, el recto, sea el de hechura más difícil, pues delata el pulso tembloroso, como el tambaleante caminar evidencia al borracho. Tal vez de ahí la expresión de “Simple is beautiful” (Lo simple es hermoso).

Lao Tse solo tenía tres cosas que enseñar: Simplicidad, paciencia y compasión.

Su existencia, su tiempo, como autor del “Tao Te Ching”, la obra esencial del taoísmo, es aún tema de debate. Pero poco importa pues su enseñanza aún hoy permanece, poniendo el acento en la simplicidad, bien elemental, cada vez más preciado e inalcanzable en la era de la complejidad, de la saturación de la información, del consumo desmedido, de la comunicación permanente.

Para Lao Tse la simplicidad era en sí el camino hacia la luz.

f_barcoEn el universo imaginario de Tolkien sólo los barcos élficos pueden dirigirse en línea recta a las Tierras Imperecederas, navegando a través del aire, a la vez que el mundo se curva bajo ellos, y la vida corta de los hombres se extingue como la de las polillas quemadas por la luz.

El destino que Tolkien asigna a los hombres en su mundo de ficción no es muy distinto al que parece habérsenos concedido hoy en lo cotidiano, donde gran parte de nuestras energías se dispersan en batallas estériles.

La polilla no es más que una de las víctimas de los efectos colaterales de la intervención del humano sobre el planeta en el que, como especie, seguimos un camino imperfecto, no rectilíneo, que resulta también nefasto para muchos de nuestros congéneres.

¿Cuántos siglos o milenios tendrán que transcurrir hasta que la genética de la polilla integre que, de no mutar, de no desprenderse del instinto fototáxico, su especie perecerá fundida por una infinidad de bombillas que alumbran la noche artificial que el hombre ha inventado?

Y, ¿cuánto tardaremos nosotros en darnos cuenta?

El destino de los pequeños pueblos y culturas que con creciente dificultad sortean y atraviesan la era de la globalización corre el riesgo de ser el mismo. Dispuestos a dirigirse al lejano horizonte de la libertad pueden perecer, achicharrados, en las primeras bombillas, en la lucha por los espacios y recursos que generan los primeros avances en el camino hacia la libertad plena.

No es lícito huir del camino correcto, siempre tan difícil de discernir, ni de escapar de los riesgos que entraña.

El camino recto es tan difícil de transitar como lo es escapar de él. Mikel Laboa en su canción “Ihesa zilegi balitz ” (Si huir fuese lícito) dice “Ihes betea zilegi balitz… ni ez nintzake iñorentzako eskandaluzko kaltea, lur hotz batetan aldatutako landare sustrai gabea” (Si fuera lícito huir… no sería para nadie causa de escándalo, ni planta desarraigada sembrada en tierra fría).

Es fácil perderse en el laberinto. Pero aún más fácil perecer en el simple camino recto.

El artículo original fue publicado en el semanario Zazpika el 05/08/2018 y puede descargarse desde este enlace, o en PDF clicando aquí.