Una hermosa frase de Simon Leys -apodo del escritor belga Pierre Ryckmans (Bruselas, 1935)- reza así: “Certains jugements ne condamnent que leur auteur. Quand Wagner reproche à Mozart son manque de sérieux, il ne nous apprend rien d’éclatant sur Mozart, mais en revanche, il nous fait découvrir d’un coup ce qui cloche chez Wagner”. Podría traducirse así al castellano (aunque es mucho más expresiva en francés): “Algunos juicios solo condenan a su autor. Cuando Wagner (Wilhelm Richard Wagner, 1813-1883) reprocha a Mozart (Wolfgang Amadeus Mozart, 1756-1791) su ‘falta de seriedad’, no nos dice nada sorprendente sobre Mozart pero, por el contrario, nos hace descubrir de golpe la debilidad de Wagner”.
Estoy seguro que no hace falta que interpretemos su significado. Todos nosotros vemos cada día en nuestro entorno y también en la vida pública que recoge la prensa, numerosos casos de Wagner’s, que a pesar de su talento o, a veces, peor aún, carentes del mismo, no pueden evitar sentirse corroídos por la envidia, mostrando así su propia debilidad. En este lance yo me quedo con Mozart, genial entre los genios, pero que fue gratuitamente acusado de “falta de seriedad” por Wagner. ¡Contento cambiaría yo toda la seriedad que puedo haber acumulado por una pizca del talento creador de Mozart!
En descargo de Wagner también hay que decir que, a pesar de haber tenido sus momentos de debilidad, también supo reconocer que: “El tremendo genio de Mozart lo elevó por encima de todos los maestros, en todos los tiempos, en todas las artes”. La envidia es, en efecto, a veces, sólo una niebla pasajera y ocasional.
Hablando de talentos y genios, la semana que viene se celebra el centenario del fallecimiento del genial matemático francés Henri Poincaré (1854-1912). Sí, el de la conjetura de Poincaré que resolvió brillantemente el singular matemático ruso Grigori Grisha Perelman (1966) en 2002.
Perelman ha rechazado todos los premios que se le han querido conceder por esa proeza intelectual. Para él el único premio ya lo había conseguido: probar que Poincaré estaba en lo cierto. En un arrebato de modestia y pudor llegó a decir: “No quiero estar expuesto como un animal en el zoológico. No soy un héroe de las matemáticas. Ni siquiera soy tan exitoso. Por eso no quiero que todo el mundo me esté mirando”.
Otro Mozart, pero esta vez en Matemáticas. Por entonces hubo también muchos Wagner’s, de los cuales ya nadie se acuerda, que se atrevieron a poner en duda la autoría, originalidad o corrección de las aportaciones seminales de Perelman. Fue también Poincaré quien dijo que “El pensamiento es un rayo de luz en medio de una larga noche. Pero el rayo lo es todo”.
Ahora bien, es más fácil apagar la vela que encenderla. Lo primero solo precisa de un leve soplido, lo segundo sin embargo que primero consigamos crear fuego. ¡Lo estamos constatando en estos años de crisis que vivimos. Qué fácil es llevar una institución a la bancarrota y que difícil reflotarla!
No podemos prescindir de los Wagner’s, por supuesto, pues su debilidad, en el fondo, es también humana. Pero Euskadi busca Mozart’s, Poincaré’s y Perleman’s para salir de la encrucijada de crisis económica y, sobre todo, de proyecto, en la que nos encontramos, capaces de arrojar luz en esta prolongada noche.
Muchos de nosotros esperamos que del próximo proceso electoral emerjan líderes que, con melodía firme y serena, miren hacia un futuro más nuestro y ordenado. Hay quien apunta claramente en esa dirección. Hay pues motivos para la esperanza y el optimismo.
El artículo original fue publicado en Deia, el 11 de Julio de 2012 y puede descargarse desde este enlace o en este otro enlace en versión PDF.